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Soy un escritor que vive a caballo entre la Ciudad de México y Barcelona, que a veces echa de menos Jaén y al que le da por escribir en la madrugada, aunque, a menudo, no es muy consciente de lo que termina saliendo de su cabeza.

lunes, 5 de enero de 2015

Sucede que...

Publicado en La Revista C



Sucede que hay momentos en que el amor me cansa.
Me cansa el duro aliento del tiempo compartido.
Me pesa en la existencia el hueco de tu nombre,
el tono con que hieres y el eco de tu grito.
Y no llorar, pues son también cansinos
el llanto y la tragedia. Y esperar
de lo que ayer había y hoy no sé si se ha ido.
Y vivir. Seguir viviendo insomne en un
mundo de sueños,
una quimera rota de tanto haber amado.
Porque sucede que —yo lo sé, lo he vivido—
irrumpen ratos tristes en que el amor me cansa.
El cuerpo es carne muerta que evita la caricia
rasposa y enervante de la piel que uno amaba,
el roce de los labios que parecen mohosos
y el susurro inquietante de la voz conocida.
Y no marchar.
Quedarse recostado a gozar la ruina
romántica aunque pútrida de un amor decadente
y asfixiante. También morir,
morirse poco a poco caminando a punzadas
del espino oloroso de la pasión antigua.
Y regresar. Volver en los recuerdos al momento sublime
que no restó perfecto por querer apresarlo.
Porque sucede siempre—mi voz hoy lo confirma—
que el amor del pasado es siempre el verdadero,
y cuando el sentimiento se transforma
en presente continuo
avanza hacia un futuro de vejez y de muerte,
donde el amor es sólo cansancio repetido.

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